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Foto del escritorWilliam Stiven Rojas Rincon

LA SEGURIDAD PERDIDA Y EL SILENCIO DE UN GOBIERNO CÓMPLICE

Seguridad perdida

La situación de seguridad en Colombia es, cuanto menos, alarmante. El país se desangra a una velocidad aterradora mientras el silencio del Ministerio de Defensa, encabezado por Iván Velásquez, frente a la violencia desbordada es ensordecedor.


Los recientes hechos que han cobrado la vida de soldados y policías no son simples tragedias aisladas, sino el reflejo de un Estado que ha abandonado a quienes arriesgan su vida por proteger la nación. Mientras tanto, el Gobierno sigue sin dar un paso firme para enfrentar a los grupos subversivos que crecen y se atomizan, fortalecidos por las prebendas que el propio Estado les ha concedido.


Hasta la llegada de Gustavo Pero, las fuerzas militares de Colombia eran consideradas unas de las mejores del mundo. Su profesionalismo, capacidad operativa y eficiencia eran respetadas a nivel global. ¿Qué ha cambiado? Es claro que el gobierno actual ha puesto un freno a su accionar, amarrando las manos de quienes mejor conocen el territorio y el conflicto. ¿Cuántos soldados y policías más tienen que morir para que se les permita actuar con la contundencia que la situación amerita? ¿Dónde quedó esa bandera de "paz total" que Petro prometió con tanto fervor?


El presidente parece haber olvidado que la paz no se construye únicamente con palabras vacías, sino con acciones concretas que garanticen la seguridad de todos los colombianos. El error fundamental de Gustavo Petro está en su pensamiento infantil y fantasioso, en la creencia de que con discursos llenos de idealismo se resolverán décadas de conflicto armado.


Pero la realidad es que sus discursos, tanto en el país como en el exterior, parecen más sacados de una película de Cantinflas, con la diferencia de que, en aquellas comedias, al menos había un mensaje de enseñanza. Los de Petro, en cambio, no hacen más que evidenciar una desconexión total con la realidad que vive Colombia.


Y mientras el presidente sigue lanzando frases grandilocuentes sobre la "potencia mundial de la vida", la violencia continúa. Solo el pasado fin de semana, ocurrieron cuatro masacres en diferentes regiones del país, y el silencio fue la respuesta predominante. Nadie dijo nada, ni las organizaciones defensoras de derechos humanos ni los líderes políticos que antes se alzaban en contra de cada asesinato. ¿Por qué? Tal vez porque cuando el poder cambia de manos, también lo hacen las prioridades.


Otra de las tantas cortinas de humo que ha desplegado el gobierno es el tema de Pegasus, el software de espionaje que, según el mandatario, ha sido utilizado para vigilar a sus opositores. Pero mientras se habla de espionajes y teorías de conspiración, los soldados siguen cayendo en el campo, y la violencia en las ciudades sigue aumentando. ¿Hasta cuándo tendremos que soportar estas distracciones que no hacen más que desviar la atención de lo verdaderamente importante?


El país está sumido en una crisis, la seguridad perdida, que parece no tener fin, y la paz que tanto se prometió se ve cada vez más lejana. Los helicópteros del Ejército se estrellan, los soldados son emboscados y asesinados, y la respuesta del gobierno sigue siendo la misma: diálogos, abrazos con criminales, promesas de perdón y olvido. Pero, ¿dónde está el perdón para las familias de los soldados que han perdido a sus seres queridos? ¿Dónde está la justicia para los policías que mueren en las calles?


Es hora de dejar actuar a las fuerzas militares, de devolverles la capacidad de hacer lo que mejor saben hacer: defender al país. El pueblo colombiano no puede seguir siendo rehén de un gobierno que parece más interesado en quedar bien con los terroristas que en proteger a sus propios ciudadanos. Las vidas de nuestros soldados y policías no pueden seguir siendo el precio a pagar por un sueño infantil de paz total que solo existe en la mente del presidente.


La verdad es simple: Colombia está en crisis, y cada día que pasa bajo este gobierno, el país se hunde más en la violencia, la incertidumbre y el caos. Los colombianos merecen un gobierno que actúe con firmeza, que proteja a su gente y que no utilice cortinas de humo para esconder su incompetencia. La paz no se construye con discursos vacíos ni con diálogos con quienes han desangrado al país. La paz se construye con justicia, con seguridad y con un verdadero compromiso por parte del Estado para defender la vida de todos los colombianos, no solo de unos cuantos.


Opinion CT. ® EJC. Silverio José Herrera Caraballo

Sección La Ventana del Veterano y la Reserva Activa

LA REACCIÓN PRENSA


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