Del mismo realizador del señor de las bolsas, llegó a Colombia en el 2022 el señor de las guerrillas. Una serie para cuatro años, que a la mitad del tiempo fracasó. ¿Qué es esto? ¡Dios mío! El tema de la paz total se ha convertido en la más grande guachafita en Colombia.
Un día apenas anunciaban ante medios la no continuidad del proceso de paz con el ELN cuando informan, con la mayor falta de sensatez y coherencia, la suspensión de las órdenes de captura e inicio de un proceso similar con el grupo terrorista Clan del Golfo. (Hoy el ELN decreta paro armado en el Chocó por esta razón: "Con nosotros sí, pero con ellos no", dicen).
A la fecha, en Colombia, y desde que llegó el actual presidente, no ha dejado de producir grupos terroristas por montón. Aquí el adagio popular de que “los golpes enseñan” no les ha sido útil para el gobierno del cambio en su afán desmedido por lograr la tan anhelada paz de una forma tan absurda.
No es que no quiera la paz, lo he explicado en mis anteriores columnas. Pero aquí hay que ser objetivo y coherente, no pasarse de inocentes o estúpidos. Viene a lugar el comentario que se escucha en todo lado, dándole cada día mayor veracidad: “El presidente se está rodeando de sus amigos con miras a perpetuarse en el poder”.
¡Ojo Colombia! Lo que pasó en la casa de al lado no nos puede pasar a nosotros acá. Las FARC, quienes nunca han dejado de existir, eso de las disidencias es puro cuento chino. Disidencias de Mordisco, los de Calarcá, Segunda Marquetalia, Comandos de Frontera, ELN, disidencias del ELN (porque las hay, el negocio de la paz lo amerita), Norteños, Urabeños, Rastrojos, Conquistadores de la Sierra, Clan del Golfo, todos los subgrupos del Clan del Golfo, los de aquí, los de allá, los que son, los que fueron, los que dicen que no son, pero sí lo son. Una absoluta guachafita es en lo que se ha convertido el país por el tema de la paz. Esta situación ha generado la mayor atomización de grupos terroristas en el país durante los últimos 20 años.
Hace algunos días veíamos en televisión nacional un especial con Juan Manuel Acevedo, donde lo acompañaron el señor almirante Francisco Cubides Granados, recientemente nombrado comandante general de las fuerzas militares, y el mayor general Erik Rodríguez, comandante de las tropas del ejército en el sur del país. Mis respetos para este periodista. Les inquirió de tal manera que, por mucho que quisieron hacer ver que la percepción de seguridad en el sur de Colombia es otra, con sus respuestas, eso fue imposible. Estamos muy mal, y es la verdad.
Como miembro de las reservas del glorioso ejército nacional y, por ende, defensor de todas las fuerzas, tengo que decir: la culpa no es de los militares o de la policía. La culpa de que toda esta grave situación de orden público en el país ha sido del gobierno nacional en cabeza del presidente y su ministro de defensa, de nadie más. Ante este desorden, por la permisividad que el gobierno ha tenido con los grupos terroristas, no hay que buscar responsables en otro lado. Querer la paz dándoles cada día más insumos a los violentos es algo absurdo. La verdad es que este gobierno va a pasar a la historia como el de la paz que nunca fue y la corrupción que lo fue todo.
Lo que vivimos en Colombia hoy día es el resultado de hacer las cosas mal desde el principio. Cuando se recibe un país con unas fuerzas militares y una policía de excelente calidad, bien entrenadas, con una preparación ganada a fuerza de sangre y sacrificio de soldados, infantes de marina, marinos, aviadores y policías, pero se les desmejora casi hasta el desprecio absoluto, se manda a calificar servicios a más de 60 generales (acabando de tajo el liderazgo), y contrario sensu, al terrorista que ha hecho daño al pueblo durante casi 70 años de conflicto armado fratricida se les premia con el levantamiento de órdenes de captura y mucho más. Las cosas nunca pueden salir bien; por el contrario, hasta lo bueno es peor.
Eso de concertar estrategias a escondidas del país, enviando propuestas confidenciales, es un exabrupto. Diálogos entre guerrilleros y exguerrilleros: este proceso es un bacanal total. Los paseos de Calarcá y sus secuaces con dinero, armas y menores de edad, transportando municiones y hasta secuestrados en vehículos de la UNP. ¿Qué más nos falta por ver en los siguientes dos años?
Columna de Opinión
Silverio José Herrera Caraballo
Abogado consultor en seguridad, convivencia y orden público
Comments