Hace pocas horas de que el presidente de la nación emitió uno de sus afamados y ponderados edictos o decretos en la red social X, donde básicamente habló de una ruptura institucional, de un golpe de estado blando perpetrado por la maquinaria clientelista de derecha que no deja que el único proyecto progresista gobierne en Colombia. Convocó una movilización para defender el resultado conseguido en las urnas, la cual sería la cuarta o quinta movilización de lo que va del gobierno. Esto resulta ser muy diciente, ya que se supone que sería el gobierno de la austeridad, pero el gasto público podría igualar o superar al de gobiernos anteriores, lo que deja mucho que desear.
De la misma manera, es un Gobierno con muy poca autocrítica. Cada vez que alguien critica cualquier decisión controversial, como un gasto excesivo o un nombramiento, este cambia de papel a ser la víctima, o simplemente responde que los otros gastaron más. El gobierno, que tendría que ser del cambio del acuerdo, parece haberse estructurado como el gobierno del revanchismo o de la venganza. ¿Qué pasó con el ánimo de cambio sincero que pedían los colombianos? Al parecer, el cambio en este gobierno solo será de color, ya que ni las medidas adoptadas ni las soluciones propuestas han tenido respaldo.
Todo se está solucionando como en antaño, con el típico pupitrazo legislativo cubierto de buena mermelada, mientras el gobierno se aleja cada vez más de cualquier crítico y se rodea de un comité de aplausos. Con agendas modificadas todos los días, citas canceladas y llegadas tarde, no se puede dudar de que el presidente trabaje, pero es que desde las cosas más simples se ve una desorganización fehaciente en todas las decisiones que toma. ¿Cómo vamos a confiar en un timonel que no puede organizar algo básico? Este ha sido el gobierno de inestabilidad e improvisación, lo que hace recordar al pasado de Gustavo en la alcaldía de Bogotá.
Un recuerdo al pasado
Las personas que llevamos mucho tiempo analizando fenómenos políticos podemos ver que la situación actual de inestabilidad que se está viviendo en el gobierno colombiano es normal. El actual presidente de nuestro país, cuando fue alcalde, tuvo el mismo devenir, que consistía en pasar de escándalo en escándalo, lo que dio como resultado una crisis institucional en la capital. De la misma manera, es bien recordado el remezón de secretarios que es muy similar a los cambios ministeriales de este último año, lo que genera una incertidumbre atroz, ya que un ministro no dura más de 3 o 4 meses.
Vemos que muchas de las ideas planteadas en la alcaldía fueron bien intencionadas pero mal ejecutadas, es algo que ahora está pasando en el gobierno nacional, reformas sin sentido, decisiones tomadas sin mesura, órdenes lanzadas desde redes sociales. La forma de hacer política del actual presidente de Colombia es como si estuviera en la oposición, lo que es catastrófico para gobernar.
Este se siente más cómodo en la oposición que siendo el primer mandatario de los colombianos, ya que pareciese que el consenso o el diálogo fueran palabras extirpadas de su vocabulario, algo que ya sucedió en la alcaldía de Bogotá, donde trató de aprobar por decreto el POT de la ciudad, trató de hacer cambios estructurales sin tener el consenso necesario, llevando a cabo decisiones controversiales que tuvieron como resultado litigios estratosféricos, ya que un líder no es solo el que toma decisiones sino que llega a acuerdos.
Las Comparaciones son Odiosas
Hoy en día, después de observar la victoria de modelos no tradicionales como el de Javier Milei en Argentina y Nayib Bukele en El Salvador, por segunda vez, países donde la crisis institucional, económica y social fue tan grande que la ciudadanía buscaba a gritos un modelo alternativo, alejado de las corrientes tradicionales, donde con sus luces y sombras uno de estos proyectos ya ha mejorado materialmente el estilo de vida de una pequeña y pobre nación como El Salvador, no es complejo que la ciudadanía colombiana caiga en una comparación algo odiosa, pero a veces necesaria para caer en cuenta de los errores cometidos, dejando atrás los complejos de superioridad.
Se pregunten si estamos en la nueva era de un proyecto progresista, ¿por qué la situación material no ha mejorado antes, ha empeorado? Sin caer en los argumentos de que 200 años de corrupción no se solucionarán en 4 años, entre otros argumentos cansinos, no es difícil salir a la calle y hacer el siguiente ejercicio: preguntar cómo está su situación económica y social actual. ¿Ha mejorado? Y la gran mayoría de los colombianos dirá que ha empeorado, es decir, que la percepción general no ha cambiado, el cambio se quedó en el nombre.
Los apósteles del Gobierno del cambio
Es increíble pensar cómo varias personas se rompen las vestiduras, hablando de crisis institucionales, de golpes blandos, donde se habla que Colombia no está preparado para un Gobierno progresista, pero este gobierno se nota a luces que hace mucho dejó de estar conectado con la realidad popular de sus bases. Muestra de ello fue el resultado de las elecciones departamentales, de la misma manera, encuesta tras encuesta, caen y caen, al punto que tienen que contratar encuestas para poder dar una imagen ilusoria de que las cosas van bien. Para formular un cambio no toca rodearse de un comité de aplausos, ya que se necesita la opinión técnica o la opinión disonante.
La hipocresía y el Karma se les ha devuelto en grandes dosis antes criticaban a sus opositores por hacer marchas, para poder presionar decisiones judiciales o actos de otros poderes ahora ellos de una forma inexplicable se escudan en marchas para poder torpedear la elección del fiscal, de esta forma coartan la independencia de los poderes de una forma flagrante, cayendo en un maniqueísmo extremo de que cuando ellos lo hacen
Conclusión
La situación política en Colombia bajo el actual gobierno liderado por el presidente Gustavo Petro Urrego ha generado una profunda preocupación debido a la percepción de una ruptura institucional y una falta de experiencia administrativa. El presidente ha recurrido a decretos y edictos en redes sociales para abordar cuestiones críticas, lo que ha exacerbado la polarización y la falta de consenso. Además, la gestión del gobierno ha sido cuestionada por su falta de autocrítica, desorganización y una tendencia hacia la confrontación en lugar de buscar el diálogo y el consenso.
Las comparaciones con líderes de otros países que han implementado cambios radicales, como Nayib Bukele en El Salvador, plantean preguntas sobre la efectividad del gobierno actual en mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos colombianos. La incapacidad para conectar con las bases populares y la hipocresía en el manejo de las protestas son señales de un liderazgo que ha perdido contacto con la realidad y ha erosionado la confianza en los proyectos progresistas. En última instancia, la falta de estabilidad, la improvisación y la perpetuación de prácticas políticas cuestionables están dañando la credibilidad y la viabilidad de cualquier alternativa progresista en Colombia.
Columa de Opinión
Jorge Luis Téllez Báez
Abogado Especialista en Derecho administrativo
Profesional en Gobierno y relaciones internacionales
Commentaires