El regreso de Trump a la presidencia de Estados Unidos, de materializarse, traería consigo un viraje brusco en las dinámicas de las relaciones internacionales de la potencia norteamericana. Este cambio no solo tendría un impacto a nivel global, sino que se sentiría especialmente en los países latinoamericanos, con un enfoque particular en los gobiernos de corte socialista y progresista. ¿Qué implica este posible retorno para países como Cuba, Venezuela, Nicaragua, Bolivia y Chile? Y, más importante aún, ¿qué futuro le espera a Colombia, un aliado estratégico que ha oscilado entre la cooperación y la confrontación con su vecino del norte?
El Retorno de una Diplomacia de Confrontación
La presidencia de Trump, conocida por su enfoque unilateral y su política exterior nacionalista, se caracterizó por un trato frío y muchas veces hostil hacia los gobiernos de izquierda en América Latina. Para Trump, los regímenes de Cuba y Venezuela eran la personificación de un enemigo ideológico que justificaba la implementación de medidas como sanciones económicas y presiones diplomáticas, buscando aislar a estos países del sistema internacional. Si vuelve a la Casa Blanca, es casi seguro que Trump reactivará esta postura combativa, fortaleciendo su retórica anti-socialista y aumentando la presión sobre los países mencionados.
Bolivia y Chile también sentirían la intensidad de este cambio. Aunque Chile ha mostrado cierta flexibilidad en su enfoque, un gobierno de Trump podría considerar cualquier gobierno progresista como parte de un bloque que amenaza los intereses de seguridad y de mercado de Estados Unidos. La retórica del “miedo al comunismo” podría resurgir con fuerza, complicando el camino de diálogo que algunos de estos países han intentado construir con Washington.
El Desafío de una América Latina Polarizada: Los gobiernos de Venezuela, Nicaragua y Cuba, con sus posturas antiestadounidenses, podrían prepararse para enfrentar un período de aislamiento aún más marcado. Durante su primer mandato, Trump dejó claro que su objetivo era estrangular cualquier vestigio de socialismo en el hemisferio occidental, apoyando a la oposición en Venezuela e implementando sanciones sin precedentes contra Nicaragua y Cuba. Si Trump vuelve a la presidencia, es previsible un endurecimiento de estas políticas, lo que probablemente provoque más tensiones regionales y un refuerzo del discurso antiimperialista en estos países.
Sin embargo, esta confrontación también podría empujar a estos gobiernos a buscar alianzas estratégicas con otras potencias como China y Rusia, fortaleciendo un bloque alternativo al dominio estadounidense. Esto, a su vez, exacerbaría la competencia geopolítica en la región, desplazando a América Latina al centro de una disputa entre superpotencias y haciendo del continente un tablero de juego en la nueva Guerra Fría.
Colombia: Entre la Espada y la Pared: En este escenario, Colombia se encuentra en una posición compleja. Tradicionalmente, el país ha sido un aliado clave de Estados Unidos en la región, especialmente en términos de seguridad y lucha contra el narcotráfico. Sin embargo, con Gustavo Petro en la presidencia, las relaciones bilaterales han adoptado un matiz diferente. Petro ha mostrado una postura más independiente y abierta al diálogo con Venezuela y otros gobiernos de izquierda, algo que sin duda pondría a prueba la paciencia de Trump si regresa al poder.
Un gobierno de Trump exigiría lealtad y alineación absoluta de sus aliados. La relación con Colombia, que ha oscilado entre la cooperación y el escepticismo en los últimos años, se vería obligada a redefinirse. ¿Podrá Petro, con sus políticas de paz total y acercamientos con actores no alineados con la agenda de Washington, sostener una relación positiva con una administración Trump, conocida por su poca tolerancia a las desviaciones ideológicas?
Es probable que, bajo Trump, Estados Unidos refuerce su postura militar en la región, presionando a Colombia para que se mantenga en línea con sus intereses de seguridad hemisférica. Esto pondría a Petro en una encrucijada: o adopta una postura más cercana a la agenda de Trump, arriesgando su imagen ante su base progresista, o se enfrenta a la posibilidad de una relación tensa y sanciones económicas, tal como las que se impusieron a otros países.
Consecuencias para el Futuro Regional: La llegada de Trump podría dinamizar un nuevo ciclo de polarización en América Latina, obligando a los países a tomar posiciones claras en un espectro político cada vez más fraccionado. Para las naciones bajo gobiernos progresistas, esto significaría una era de resistencia ante la presión económica y política de Estados Unidos. Por otro lado, los aliados más cercanos a Washington, como Brasil bajo un liderazgo de derecha, podrían ver una oportunidad para fortalecer sus relaciones bilaterales y consolidar su influencia en la región.
Colombia, con su geopolítica estratégica y sus desafíos internos, enfrentaría el dilema de mantenerse en una relación cercana con Estados Unidos bajo un liderazgo de Trump, o buscar una mayor independencia y diversificación de sus alianzas, corriendo el riesgo de perder apoyo crucial en temas de seguridad y desarrollo económico.
De lo anterior podríamos sacar una reflexión final y es la siguiente: El posible regreso de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos abre un interrogante sobre el rumbo de las relaciones interamericanas y el equilibrio político en la región. Para los gobiernos de izquierda, se avecinan tiempos de desafío y confrontación; para Colombia, una prueba de fuego en su capacidad de maniobra diplomática. La pregunta que surge es si la región podrá resistir y adaptarse a las políticas de un líder que, con su regreso, promete sacudir los cimientos de la diplomacia y la estabilidad regional.
Por Silverio José Herrera Caraballo
Abogado, Oficial ® Ejercito Nacional, comunicador, asesor, consultor, analista en seguridad
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