top of page
Foto del escritorLa Reacción Prensa

EL PLATEADO, CAUCA: SELFIES CON CHALECOS, PREBENDAS Y TRAICIONES QUE MATAN

El Plateado

La situación de orden público en El Plateado, es el reflejo más crudo de cómo el gobierno actual sigue entregando prebendas a las disidencias mientras estos grupos terroristas golpean la confianza, matan soldados y policías, y desangran al país. El conflicto armado en esta región ha cobrado la vida de quienes juraron proteger a la nación, mientras el Estado parece confiar ciegamente en los mismos que atacan a nuestros hombres y mujeres en uniforme. Es una traición que está costando vidas, no solo en las zonas rurales, sino en el corazón mismo de las fuerzas armadas.


Las prebendas ofrecidas por el gobierno en su afán de lograr una "paz total" han dejado claro un mensaje devastador: el enemigo no está en las montañas ni en las filas de las disidencias, sino en la ceguera política de un presidente que, en su afán de lograr acuerdos a toda costa, sacrifica la dignidad y la moral de quienes arriesgan todo por la seguridad del país. Petro ha demostrado ser el principal enemigo de la fuerza pública en Colombia. Cada nuevo atentado, cada emboscada contra soldados y policías en zonas como El Plateado, es el recordatorio de que la confianza que el gobierno deposita en los disidentes no solo es ingenua, sino suicida.


Mientras las disidencias juegan con la doble moral de sentarse en la mesa de negociación y, al mismo tiempo, continuar con sus crímenes, el gobierno premia su cinismo con concesiones. La realidad es que estos grupos no han dejado las armas, ni el narcotráfico ni el secuestro. Solo han cambiado de estrategia, engañando a un gobierno que se muestra dispuesto a ceder en cada frente, incluso cuando los cadáveres de policías y soldados siguen sumándose.


Los últimos hechos en El Plateado son prueba irrefutable de esto. En lugar de mostrar una mano firme ante la violencia, el gobierno responde con una aparente indulgencia, otorgando beneficios judiciales y flexibilizando las condiciones para aquellos que nunca han mostrado verdadero interés en la paz. Mientras tanto, los soldados y policías que patrullan estas zonas abandonadas por el Estado, viven el día a día con la incertidumbre de si serán ellos los próximos en caer en una emboscada o un ataque.


El presidente Petro parece haber olvidado que la confianza en la fuerza pública es el pilar de cualquier nación que se precie de defender a su pueblo. Sin embargo, al privilegiar a quienes han asesinado, extorsionado y sembrado terror, ha minado la moral de las fuerzas armadas, debilitándolas desde adentro. ¿Cómo puede un soldado mantener la fe en su misión cuando sabe que el mismo gobierno que debería apoyarlo es el que concede libertades a sus enemigos?


La historia reciente de Colombia está llena de ejemplos de cómo las concesiones desmedidas solo han prolongado el conflicto. Las prebendas a los terroristas no han traído paz, sino más violencia, y El Plateado es un doloroso recordatorio de ello. El país necesita un liderazgo que entienda que la paz no se logra premiando a los violentos, sino respaldando con fuerza y decisión a quienes han jurado defender la patria.


La reciente visita del gobierno a El Plateado, se ha convertido en un símbolo de la desconexión total entre el Ejecutivo y la cruda realidad que enfrentan los territorios más golpeados por el conflicto. Lejos de tomar con seriedad la situación que viven estas comunidades bajo la constante amenaza del ELN y otros grupos armados, los funcionarios del gobierno se han limitado a posar para selfies, ofreciendo más espectáculo que soluciones reales. Mientras tanto, en las trincheras, los soldados combaten diariamente, arriesgando sus vidas con una moral destrozada, porque saben que su esfuerzo es desestimado por un gobierno que, de un plumazo, premia a los terroristas que ellos están enfrentando.


Es indignante que mientras los militares luchan por mantener el control en zonas dominadas por la ilegalidad, el presidente y su gobierno se sienten a la mesa con los mismos enemigos de la patria, entregándoles prebendas y amnistías. Este desdén por las fuerzas armadas no es casual; surge desde lo más profundo de las entrañas de un presidente que siempre ha sido un guerrillero, y cuya visión de país está moldeada por las enseñanzas del Che Guevara, y su admiración hacia figuras como Fidel Castro y Hugo Chávez. No es de extrañar que Petro, con orgullo, haya expresado cómo esas influencias ideológicas han guiado sus acciones y decisiones políticas.


Hoy, mientras los soldados ponen el cuerpo y la vida para defender el país, el presidente Petro se convierte en su peor enemigo. En lugar de fortalecer a las fuerzas armadas, las desmoraliza, las desarma con políticas que benefician a los que por años han sembrado muerte y miedo. La frustración es palpable entre los uniformados, que sienten que su sacrificio es en vano. Lo que debería ser una política de seguridad robusta se ha convertido en una farsa, donde las concesiones a los terroristas se disfrazan como un supuesto camino hacia la paz. Pero, ¿de qué paz estamos hablando si aquellos que mataron y secuestraron hoy reciben recompensas mientras los verdaderos defensores de la nación son ignorados?


En este contexto, la visita a El Plateado no es más que otro capítulo en la tragicomedia de un gobierno que ha optado por el espectáculo en lugar de la gestión real. El país no necesita más fotos, necesita resultados. Las comunidades exigen seguridad y los soldados, respeto y apoyo. Pero, lamentablemente, pareciera que, en la visión de Petro, la única paz que importa es la que beneficia a los que alguna vez fueron sus camaradas de lucha.


Petro debe decidir de qué lado de la historia quiere estar: con aquellos que combaten el terrorismo, o con los que, en su afán de pacificación a cualquier costo, terminan siendo cómplices de quienes desangran a Colombia.


Opinion CT. ® EJC. Silverio José Herrera Caraballo

Sección La Ventana del Veterano y la Reserva Activa

LA REACCIÓN PRENSA


Comments


bottom of page