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Cómo no pudo darles el doctorado, ahora los nombra gestores de paz

Silverio Herrera

En una región donde los títulos y reconocimientos parecen ser moneda corriente para quienes más daño le han hecho a la sociedad, logran los terroristas en Colombia lo impensable en otros tiempos, pero que ahora es costumbre. El presidente Petro ha dado un paso más allá en su incansable búsqueda de una "paz total".


Cómo no pudo darles el doctorado, ahora los nombra gestores de paz, por si no fuera suficiente con los múltiples intentos fallidos de darle estatus de académicos a quienes han sembrado el terror, ahora decide convertir a dos guerrilleros capturados en Antioquia, alias "Firu" y alias "Calarcá", en gestores de paz. Sí, leyeron bien: ¡gestores de paz!


SER PILLO PAGA.


Estos guerrilleros, capturados en un operativo que debería haber sido un triunfo para las fuerzas armadas, se han visto premiados con un rol que en cualquier otra circunstancia exigiría mérito y buena fe. Sin embargo, en el marco de la estrategia de "paz total", el gobierno ha decidido darles una segunda (3,4,5…)  oportunidad, no para redimirse y enfrentar la justicia, sino para convertirse en representantes de un proceso que, para muchos, está peligrosamente sesgado a favor de los victimarios y en detrimento de las víctimas.


Lo más alarmante es que esta no es una excepción, sino parte de un patrón preocupante. Los recientes acontecimientos en el operativo de captura lo demuestran con claridad. Durante un operativo en vías de Antioquia, se descubrió que miembros de grupos armados llevaban armas, dinero en efectivo, y que algunos de ellos tenían órdenes de captura vigentes.


Aún más perturbador es el hecho de que se encontraron menores de edad entre ellos (situación de la que no se volvió a hablar más, pero fue cierta y merece explicación), evidenciando que estos grupos continúan explotando a los más vulnerables, todo mientras el gobierno intenta presentarlos como agentes de paz.


LA COLOMBIA DEL CAMBIO SUPERA A MACONDO Y A NARNIA.  


En su afán por alcanzar una paz que parece más una ilusión que una realidad, el presidente continúa cediendo terreno frente a aquellos que no conocen otro lenguaje más que el de las armas. ¿Qué mensaje se les envía a nuestras fuerzas armadas que arriesgan sus vidas por capturar a estos delincuentes? ¿Qué lección se les da a los ciudadanos que claman por justicia? Al parecer, en este gobierno, el crimen no solo paga, sino que también se premia con títulos de nobleza.


LA FALSA PAZ TOTAL


La seguridad del país está siendo sacrificada en el altar de una "falsa paz total" en la que el presidente ha puesto todos sus esfuerzos. Los riesgos son cada vez mayores, y con cada nuevo gesto de complacencia hacia los actores armados, el Estado pierde su autoridad. En lugar de fortalecer las instituciones, el gobierno parece más interesado en pacificar a toda costa, incluso si eso significa poner en riesgo la vida de los colombianos.


¿EN BUSQUEDA DEL NOBEL?


Este tipo de decisiones no solo socavan la confianza en el Estado, sino que también envían un mensaje peligroso: en Colombia, la impunidad es la regla y no la excepción. Los guerrilleros, en lugar de ser juzgados y condenados por sus crímenes, parecen estar siendo recompensados. La pregunta que debemos hacernos es: ¿cuál será el próximo paso? ¿Nombrar a los secuestradores como embajadores de derechos humanos?


Esta acción del gobierno nos permite concluir que la política de conceder prebendas a los terroristas, bajo la excusa de promover la paz, ha resultado en un premio para quienes deberían ser condenados. La paz no puede construirse sobre la impunidad y la injusticia; al contrario, solo perpetuará un ciclo de violencia y desconfianza en el país.


UNA GRAN COLETILLA:  La indignación del pueblo colombiano es palpable ante lo que muchos perciben como una burla del presidente hacia sus fuerzas militares. Mientras los soldados arriesgan sus vidas día a día para proteger la nación, el presidente Petro parece menospreciar su sacrificio al otorgar privilegios a quienes han sembrado el terror. Esta afrenta no solo deshonra la memoria de quienes han caído en combate, sino que también socava la moral de quienes continúan defendiendo el país con valor y compromiso.


El pueblo colombiano no puede permanecer indiferente ante este atropello. La confianza en nuestras instituciones y el respeto por nuestros héroes se ven gravemente afectados por un gobierno que, en su afán de lograr una paz cuestionable, parece dispuesto a sacrificar la dignidad y el sacrificio de quienes verdaderamente luchan por la seguridad y la justicia en Colombia. Es momento de exigir respeto y reconocimiento para aquellos que, con su entrega, han garantizado la supervivencia de nuestra nación.


Columna de Opinión

Silverio José Herrera Caraballo

Abogado consultor en seguridad, convivencia y orden público


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